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¿CÓMO CONTAR UN CUENTO?
 Todos somos capaces de contar un cuento, incluso las personas que están convencidas de que no saben hacerlo, del mismo modo que todos sabemos contar una anécdota personal consiguiendo que a los demás pueda interesarles.
Contar un cuento no es simplemente leerlo. Tampoco hace falta tener ninguna habilidad especial, con un poco de imaginación y dedicación ayudaremos a los niños a descubrir el mundo fantástico de los cuentos.
Estas son algunas claves:
*      Una de las claves es conseguir la atención de los niños. Para ello, debemos usar un lenguaje sencillo, que sea fácil de entender. Podemos ayudarnos de diferentes tonos de voz, de movimientos de manos, así como de otros recursos expresivos como gestos con los ojos o la cara. No es necesario que forcemos exageradamente la voz.
*      También es importante encontrar el momento adecuado para que el o los pequeños oyentes estén exclusivamente concentrados en oír el cuento, sin cosas alrededor que puedan distraerlos.
*      Repite las frases tantas veces como sea necesario. Volver a escucharlas le hará descubrir cosas que tal vez antes no había notado. Igualmente, si quiere escuchar siempre el mismo cuento… algo especial tendrá.
*      Si se cansa o se duerme a la mitad del cuento, podemos marcar la página y seguir al día siguiente para comenzar a crear el hábito de un buen lector.
*      Si todavía son muy pequeños para comprender un cuento, podemos inventar historias básicas a partir de las imágenes de un libro de forma que puedan entenderlas.
*      Contar un cuento a un niño es como poner en funcionamiento cientos de piezas de un precioso mecanismo. Somos incapaces de explicar cómo o por qué funciona pero nos maravilla su precisión y compás. Del mismo modo, la conexión que se establece entre un adulto que cuenta un cuento y un niño que lo escucha tiene algo de mágica, pero es difícil explicar cuál es el misterio de esa unión que se establece entre ambos.
Muchos de nosotros somos narradores en potencia y, sin embargo, nos limitamos a leer una y otra vez aquellos cuentos de los que va haciendo acopio el niño, con un entusiasmo e interés que va decayendo por las dos partes.
Posiblemente esto ocurre porque nos faltan recursos, principalmente expresivos. Porque intuimos que hay algo que va más allá del relato, pero no sabemos qué es ni cómo presentárselo a ese niño que nos mira con la cabeza ladeada, agrandando los ojos y dibujando una inmensa sonrisa, dispuesto a convertirse en héroe, aventurero o mago y esperando que seamos nosotros los que le mostremos cómo hacerlo.
En ese caso, aquí van algunos recursos que, cuando menos, mantendrán viva la ilusión y la atención del niño. Para que la próxima vez que os pidan "¿me cuentas un cuento?", sintáis que se acerca ese momento maravilloso que estabais esperando.
*      Conocer o aprenderse el cuento
Antes de que el niño nos pida que le expliquemos aquel cuento de nuestra infancia que casi no recordamos, o el que le compramos hace unas semanas y que aún no hemos leído, procuremos ponernos al día y repasarlos. Es necesario transmitir un profundo conocimiento del cuento y no interrumpir la narración porque tenemos que releer el texto o detenerla porque no recordamos el final. Debemos tomarnos seriamente el cuento, por muy absurdo que parezca o por muchas repeticiones que haya y, si no nos gusta o no nos parece adecuado, intentar sustituirlo por otro. Dediquemos algunos momentos a leer alguna antología de cuentos tradicionales o leyendas (¡nunca es tarde para refrescar la memoria!) y el niño agradecerá la variedad y riqueza de cuentos que le podamos contar.
*      Utilizar un lenguaje adecuado
El tipo de lenguaje empleado al contar un cuento está relacionado con la edad que tiene el pequeño, sin embargo, en general, se recomienda que sea un lenguaje caracterizado por la simplicidad y la claridad. Eso servirá para favorecer la comprensión de la historia y evitar el cansancio o incluso el aburrimiento por parte del niño.
*      Las palabras
A los niños de corta edad, es preferible contarles cuentos con un lenguaje adaptado, sustituyendo las palabras que creamos oportunas por otras más sencillas o por explicaciones, siempre y cuando no se trate de las palabras clave del cuento. Por ejemplo, si en un cuento aparece "un portón" lo sustituiremos por "una puerta muy grande"; "abalanzarse sobre" por "echarse encima de"; sin embargo, "la rueca" del cuento de La Bella Durmiente debería ser "la rueca" y no "un pincho", "una máquina para el hilo" o algo por el estilo. Tampoco debemos desaprovechar la ocasión de ampliar su conocimiento del léxico y es más fácil aprender nuevas palabras que están asociadas a algo concreto y que el niño oirá en reiteradas ocasiones. Esto último es válido sobre todo a medida que el niño va haciéndose mayor y debe ir ampliando su vocabulario.
*      La pausa y la entonación
 Podemos utilizar la pausa y la entonación para mantener el interés y la atención dl oyente. Cuando nos paramos al final de una frase o entre dos palabras, estamos indicando que lo que diremos a continuación tiene un valor o significado especiales. De igual modo, un cambio de entonación indica que aparece un elemento sorpresa que afectará al desarrollo de la historia. Por ejemplo: "la princesa abrió la puerta y entonces… vio a una ¡RANA! en su habitación". O que se ofrece la solución al conflicto que se le ha planteado al protagonista de la historia. Por ejemplo: "...y después de lo que le había pasado... NUNCA MÁS VOLVIÓ A PROBAR LA SOPA".
 
*      Las descripciones
Las descripciones poco detalladas permiten que el niño deje volar su imaginación. Cuando contamos un cuento, es suficiente con hacer referencia a los rasgos más destacados de los elementos significativos que intervienen en la historia. El niño puede completar el resto con su imaginación y nuestra ayuda si es preciso. Por ejemplo es suficiente decir que la bruja es fea (y no hace falta indicar que su espalda está encorvada, que tiene una nariz aguileña, que lleva una capa negra hasta los pies, etc.), o que el castillo es muy grande (y no que tiene un torreón, un puente levadizo y trescientas ventanas). Si está lo suficientemente interesado en el cuento y no se imagina aquello a lo que hacemos referencia y nos pide más información, debemos proporcionársela. Por ejemplo: - ¿Cómo era la bruja?; - Era una bruja muy vieja y muy fea, que llevaba un sombrero negro acabado en punta; vivía en el bosque en una casa de madera y tenía un gato muy malo.
*      No interrumpir el desarrollo de la acción
En ocasiones, cuando "eso" de contar cuentos no se nos da del todo mal y disfrutamos con la narración tanto o más que los niños, corremos el peligro de recrearnos en ella. Eso supone que en vez de presentar los acontecimientos uno detrás de otro, lo que da un ritmo ágil y rápido a la historia, podemos caer en la tentación de interrumpir la acción lineal para introducir acciones secundarias o descripciones detalladas de algún aspecto o personaje no significativo ni relevante para el desarrollo de la historia. Es preferible seguir el hilo de la narración, de esa manera evitaremos aburrir y confundir al niño, sobre todo si aún es demasiado pequeño para ver la diferencia entre información principal y secundaria.
*      Transmitir entusiasmo
Como en tantas otras cosas, debemos intentar transmitir entusiasmo en lo que hacemos. Es cierto que a veces nos decimos "¿y ahora tengo que contar un cuento, que ya he repetido mil veces, después de estar todo el día trabajando y llegar a casa agotado?" Y también es cierto que el niño notará ese cansancio y ese fastidio si no intentamos superar esa situación con un poco de ánimo. Es importante recordar lo positivo que resulta contar cuentos a menudo  y la enorme ilusión que eso le supone, luego ¿qué hacer entonces? Podemos empezar simulando que el cuento nos interesa. Seguramente no nos daremos cuenta, pero llegará un momento en que el interés simulado se convertirá en auténtico interés y nuestro esfuerzo inicial nos facilitará la disposición de ánimo que tanto buscábamos.
 
 
*      Repetir el mismo cuento
Si quiere que le repitas una y otra vez el mismo cuento, hazlo. A veces los niños piden que se les cuente un cuento concreto porque presenta un conflicto, un protagonista, una situación ideal, etc. que el niño tiene muy presente en ese momento, por eso aconsejamos respetar la elección que haga del cuento que quiere escuchar.
 Si el cuento es de humor conviene advertirlo previamente para predisponer el ánimo de los más pequeños. 
Si entre los oyentes hay algún niño desinteresado que desvía la atención del grupo, conviene dirigir la narración de modo que se vaya sintiendo protagonista o parte importante del cuento.  
Para contar un cuento debe empezarse por la forma clásica: "érase una vez...", que actúa como fórmula mágica que abre la puerta a la fantasía. A partir de aquí el niño admitirá todos los sucesos, por muy inverosímiles que resulten. 
Conviene que los personajes del relato tengan un nombre y una característica peculiar que ayude a recrear la imagen de cada uno en la mente del niño. El nombre y la característica deberán repetirse siempre y en el mismo orden, cada vez que se hable del personaje. En las edades más cortas son muy eficaces las frases reiteradas una y otra vez cuando se produce un mismo hecho, y no deben modificarse en absoluto para que ejerzan su máximo poder de atracción. Si los niños tienen más de siete años no es necesario exagerar las cualidades de los personajes ni mantener con tanto cuidado estas orientaciones.
 Los cuentos para los niños de dos o tres años deben tratar sobre cosas cercanas a ellos: sus padres, sus juguetes o sus vivencias cotidianas.
Puede incluirse al niño como héroe de la historia para asegurarnos su atención y su identificación con el cuento. 
 Otro rasgo de interés en esta edad son las onomatopeyas y las palabras y sonidos inventados para conseguir efectos singulares. 
 A los cuatro o cinco años los niños tienen interés por lo maravilloso y lo mágico. Los cuentos preferidos son los de hadas, genios y princesas encantadas.
Su capacidad de imaginación le permite ver un hilo de oro en un simple rayo de sol y un castillo encantado detrás de los barrotes de cualquier verja. 
A los seis y siete años es la edad adecuada para los cuentos de los hermanos Grimm, Perrault y Las Mil y una Noches. Los cuentos que encierran un valor moral donde puede encontrar experiencias de la vida con personajes que simbolizan la astucia, la responsabilidad o la valentía.
Al final del cuento no debe explicarse el sentido práctico de los personajes ni la interpretación que debe hacerse de sus enseñanzas. Es preferible que sea el niño quien lo digiera y lo acomode a su evolución psicológica personal. 
En resumen, el secreto para asegurarnos el éxito como contadores de cuentos está en introducirnos en la historia que contamos como si la hubiésemos vivido nosotros mismos, y en poner los cinco sentidos en que los demás se la crean y disfruten escuchándola como si se tratase de algo que en verdad hubiese sucedido. Sólo con esto conseguiremos atraer la atención de los niños, y ganar su voluntad hasta hacerles vibrar de emoción con lo que contamos. 
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